El júbilo desatado tras el triunfo de la selección de fútbol en la Copa de Europa no es algo banal y sin importancia, entre otras cosas porque el fútbol es un referente social de cualquier colectivo humano. No es de extrañar que hoy día a cualquier famoso le pregunten de qué equipo es y conteste con satisfacción que sigue a este u otro conjunto de balompié, Así, pues, la reacción de la gente ante una gesta deportiva refleja muy bien las ansias y carencias de una sociedad.
En el caso español muestra la necesidad de buenas noticias en una realidad en la que los colores oscuros predominan sobre los luminosos. Vivimos tiempos de zozobra, en que ni siquiera son estables las instituciones políticas que deberían ser un referente seguro. Vivimos una época de enfrentamientos ideológicos y de una economía frágil, con altas cifras de paro, subida del índice de inflación y dificultades de acceso a la vivienda. No se puede decir, pues, que tengamos muchos motivos para la satisfacción.
En ese contexto, el triunfo de un conjunto de jugadores de fútbol da una alegría inesperada a la población, la hace sentirse más confiada y segura y le inyecta altas dosis de autoestima. Sólo los enemigos del país, es decir, los que propician la separación de una parte de él, preferirían que perdiese España y que sus ciudadanos no tuviesen motivos de júbilo. Es el odio trasladado hasta lo más lúdico.
Sin embargo, pese al gozo de horas y de días, habrá que volver a la realidad de la corrupción cotidiana, una deuda pública creciente y un déficit presupuestario fuera de los parámetros de la lógica, a las colas de los bancos de alimentos y a la dificultad de enfrentarse a una hipoteca. Con todo, la satisfacción del triunfo deportivo amortiguará los aspectos menos agradables de la realidad.
Y una última reflexión que refleja la diversidad del disfrute popular es la composición plural del equipo de fútbol de nuestra selección, en la que sus miembros proceden de los clubs más diversos, incluidos nacidos en Francia o hijos de ghaneses y de marroquí y ecuatoguineana. Representan la España real, más allá de los tópicos al uso y que hace que el alborozo sea de todos y no de una minoría.