Dicho entre paréntesis, todo esto lo sabe muy bien PS, pero, al mismo tiempo que sigue sin descargar la Espada de Damocles de una derogación de la Ley de Secretos Oficiales que es tan franquista como el cadáver que ordenó exhumar del Valle para consumo del pueblo llano y republicano, se niega a rozar siquiera el nudo más importante de todos los que dejó atados el dictador, y ahí siguen, intocables, los dos artículos de la Constitución antes citados. Así como el muy corrupto Juan Carlos I nunca vivió más tranquilo que con el PSOE de FG, PS no permite que ninguna “regeneración” democrática pueda alterar la construcción de su mejor “modus vivendi” posible con Felipe VI.
Sin Juan Carlos I acabando con Suárez, 23F incluido, FG nunca hubiera conseguido el 48% de los votos en las elecciones de 1982 y, por lo mismo, aunque “salvando…”, sin el 3 de octubre de 2017 PS nunca hubiera derrotado a Rajoy. Tampoco en las urnas, por cierto, aunque eso sí, cumpliendo la legalidad vigente, que los de Casado antes y Feijóo ahora no paran de deslegitimar para ver si hay alguien que se decida a “hacer todo lo que puede” como reclama Aznar.
Recién reconquistado el liderazgo en el PSOE (mayo de 2017), PS anunció el día 2 de octubre de ese mismo año una reprobación contra la ministra Soraya por la represión brutal contra los votantes del día anterior en Catalunya, pero millones quedamos boquiabiertos cuando la retiró al día siguiente, aunque hubiera podido mantener su reprobación… y hasta ganarla, porque PP + Cs solo sumaban 169 escaños.
Al día siguiente era 3 de octubre de 2017 y Felipe VI salió por TV contra, como mínimo, la mitad de Catalunya y muchos españoles que nunca querrán saber nada de ningún rey, pero eso no fue obstáculo para que PS se apresurara a manifestar su acuerdo total con aquel discurso de 9 minutos que hundió el IBEX 35 del 4 de octubre sin que en los índices europeos ocurriera ni mucho menos lo mismo.
En cambio, aunque aquel día Rajoy también manifestó su acuerdo con el discurso (villanía obliga), ocho meses después no hizo ni la mitad de lo posible para que el PP pudiera seguir en la Moncloa, aunque fuera sin él, y entregó la presidencia a Sánchez desde un bar. Pocos días después quiso dejar claro que él no había llamado a Felipe VI para salir por TV. Quizás le movió una dosis de orgullo del derrotado por voluntad propia mezclada con un punto de rencor hacia su rey que un villano nunca se atreverá a manifestar con claridad. Puede que se tratara de una combinación de decepciones parecida a la que llevó a Suárez a contarle a Prego en 1995 aquel secreto de las encuestas que se había guardado durante 19 años.
Tanto por su manera de ser como por las circunstancias presentes, soy de los que opinan que PS no terminará atesorando una trayectoria en las instituciones tan llena de evidencias delictivas y sombras como la de FG, aunque solo este mérito no me parece “regeneración” suficiente.
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